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Luces, cámaras, acción:

  • Dania Viviana González Pérez
  • 31 ago 2016
  • 3 Min. de lectura

En el cine la realidad y la ficción se mezclan para poner en los zapatos del espectador una historia. Medellín, una de las ciudades con más variedad de temas que reconocen la diversidad de sus ciudadanos, sigue aportando espacios a través de su ciclo de Cine Rosa liderado por el Centro Colombo Americano para comprender temas de género y diversidad sexual. Una propuesta llena de elementos críticos por medio del séptimo arte. Un cine que pocos aprecian, pero abierto a todos, es la propuesta que se procura, permita abordar de forma directa y con la comunidad, las inciertas dinámicas sociales y antropológicas del día a día. El cine comprometido con la diversidad sexual, el cine y el arte como escalera para observar más allá del pensamiento ortodoxo.

“El Festival de Cine Rosa es considerado una de las muestras de cine LGTBI más antiguas de Latinoamérica y de las más representativas pues ha contribuido a transformaciones culturales y políticas en el país”.

Este año Manizales no contará con esta propuesta que tuvo gran acogida entre los jóvenes el año justamente anterior. La ciudad sigue atrasada y dando pasos agigantados en busca de una solución a la falta de espacios y actividades para formar una conciencia colectiva. En Manizales el evento era organizado por el Centro de Bibliotecas Universidad de Caldas, la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de esta misma institución, el Laboratorio de Género, sexualidad, cuerpo y familia, Cinespiral y la Fundación Géneros.

Este año no habrá Cine Rosa en la ciudad.

A continuación algunos recomendados que pueden permitir mejor la comprensión de la realidad que atraviesa actualmente el mundo.

Torch Song Trilogy de Paul Bogart (1988)

En un diálogo constante entre el drama más ponzoñoso y la comedia más jocosa, la película escrita y protagonizada por Harvey Fierstein, sorprende por la franqueza con que aborda el travestismo y la aceptación familiar a mediados de los ochenta. Lejos del estigma del sida y el miedo generalizado de la época, la relación entre Arnold ­—cabaretero ronco y perspicaz­— y Alan —ingenuo modelo neonato— es presentada como una historia de amor entrañable y profundamente conmovedora. Además, un juvenil Mathew Broderick en el papel de modelo incauto resulta encantador.

Les chansons d’amour de Christophe Honoré (2007)

Nos encontramos frente al renacimiento del gran musical francés de la mano de uno de los directores galos más interesantes de los últimos tiempos. Con tres capítulos separados y las canciones —escritas por Alex Beaupain e interpretadas por el elenco— a manera de trampolines hacia el interior del conflicto, el director desarrolla un relato sobre la posibilidad del resurgimiento del amor y las diversas plataformas en las que puede ocurrir. Tres personajes intentan rehabilitar una relación moribunda y se enfrentan, sin aviso previo, a la fragilidad del amor. Desde Clèo de 5 a 7 de Agnès Varda no se veía un París más cotidiano y hermoso en el cine. La banda sonora es imperdible.

Eyes Wide Open de Haim Tabakman (2009)

Enmarcado dentro de uno de los espacios más conservadores y herméticos que se puedan concebir, la comunidad judía ultraortodoxa de Jerusalén, el encuentro azaroso entre Aaron, el carnicero, y Ezri, el estudiante recién llegado de ninguna parte, no parece más que una relación de trabajo. Pero cada día, después de cerrar, los dos comparten cama y cuerpos, ocultos en la supuesta seguridad de la carnicería. La película resulta una valiosa aproximación a las formas en que interactúan la fe y las escogencias eróticas. Como lo resume Aaron: “No nos daría Dios esta prueba si no supiera que podemos lidiar con ella”.

 
 
 

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